jueves, 3 de octubre de 2013

Lo recuerdo todo demasiado bien.

Voy caminando por la cocina que está completamente fría, recorriendo cada rincón en busca de una taza con un poco de café. Añoro tus pequeñas risas o tus quejas sobre lo caliente que estaba la leche, tus pequeñas caricias o tus besos de buenos días. Lo único que desearía es atravesar esa puerta cada día cogidos de la mano, soportando juntos el frío. Aunque hay una cosa que me hace recordar como si todavía estuvieras en casa, la bufanda azul que olvidaste.

Tu dulce manera de ser, acompañada de tu mirada de ojos abiertos, cantando en un coche con la radio a cien. Perdíamos el norte mientras las hojas de otoño caían sobre nosotros como piezas de un puzzle imposible de resolver. Un pequeño rompecabezas que eramos los únicos que sabíamos la solución. Puedo seguir imaginándomelo aunque haya pasado hace tanto tiempo. Ya sé que es cosa del pasado y la magia se perdió y seguramente eso no esté nada bien. Porque yo no estoy bien en absoluto. Controlando mis impulsos mientras intentas mantenerte fuerte ocultando tu dolor delante de la gente que aprecias. Una mente muy fuerte completamente destruida por dentro.

Aquellas viejas noches tirados en un bar entre bebida y un par de amigos mientras intentaba olvidarte. Me engañaba a mi mismo. Fuiste mi pasado, y sigo pensando que eres mi futuro. La tenue luz de las farolas me daban compañía en la noche mientras agarraba con fuerza aquella bufanda azul que aún conservo. Creía que me daba fuerza mientras intentaba superarlo. Me equivocaba.

Volvimos a encontrarnos de nuevo, en esa pequeña calle nevada de la ciudad donde nos conocimos. Tu casi intentas cruzar en rojo porque estabas mirándome fijamente a mi. El viento golpeaba mi pelo. Tu estabas allí y yo estaba allí. Lo recuerdo todo demasiado bien.

Al llegar a casa me siento el sofá recordando tus pequeños chistes acompañados de una risa nerviosa durante una película romántica. Tus manos agarraban las mías y durante ese momento me sentía bastante feliz. Había un álbum de fotos en la mesa. Tus mejillas se estaban volviendo rojas recordando cuando eras una pequeña niña con gafas en una cama doble. Tu madre contaba historias sobre tus clases de ballet.

Me hablabas de tu pasado pensando que tu futuro era yo.

Ya sé que es cosa del pasado y no hay nada que pueda hacer, pero si pudiera volver recuperaría a esa chica que enamoré. Cometiendo numerosos fallos como intentado olvidarte lo suficiente como para saber por qué te necesitaba, por que eras importante para mí.

Nos volvimos a encontrar de nuevo, en mitad de la noche. Estábamos bailando en la cocina bajo la luz del frigorífico debajo de las escaleras. Yo estaba allí. Lo recuerdo todo demasiado bien. Eramos felices.

Quizás perdimos la comunicación o quizás te pedía demasiado. Pero quizá nuestro amor era una obra maestra imposible de tocar.

Me rompiste en mil pedazos. Corría asustado. Yo estaba allí. Lo recuerdo todo demasiado bien.

Me llamaste de nuevo pidiéndome perdón entre lágrimas y lo único que conseguiste fue romperme como una promesa de tu mejor amiga. Con tanta cruel indiferencia y con la excusa de ser honesto. Me sentí un pedazo de papel desmenuzado en numerosos trocitos que volaban libremente tras el soplido del viento. Lo recuerdo todo muy bien. Desgraciadamente, demasiado bien.

El tiempo no pasa volando aunque me siento paralizado en él. Me gustaría que fuéramos los mismos chicos que antes. Pero aún tratamos de encontrarnos. Después de días de camisetas a cuadros y noches en las que me hacías tuyo. Terminaste enviándome por correo mis cosas. Mientras yo camino a mi casa solo. Pero aún guardo tu vieja bufanda con la que te conocí, quizás fue un error en el correo o una forma de intentar matarme con tus recuerdos. La bufanda de la primera vez que te vi, me recuerda tu joven inocencia. También el olor de ti. No puedo deshacerme de ella porque lo recuerdo todo demasiado bien.

Estamos allí otra vez, en ese momento en el que te quise tanto. Antes de perder la única cosa real que había conocido de ti. Fuiste excepcional, siempre estuviste aquí. Eras mi hombro en la tristeza y mi gran sonrisa en la felicidad. Estabas aquí, lo recuerdo todo demasiado bien.

Intentas cruzar la calle, pero ya es demasiado tarde, me acerco a ti. Me quito la bufanda y la pongo sobre tu cuello con la indiferencia en la que me hablaste por teléfono y con la honestidad de que te sigo queriendo. Me miraste sorprendida con la misma mirada en la que cantábamos en aquel coche. Lo único que te puedo decir es que fuiste genial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario